jueves, agosto 19, 2010

La Princesa y el Juglar


Es una historia que vengo pensando desde hace como dos años. Quien sabe, tal vez me anime a subirla por partes. Sin embargo por lo pronto unos cuantos dibujillos y el primer capi a ver qué opinan:

La Princesa y el Juglar
Basado en un cuento de los hermanos Grimm.

Capítulo I
Mascarada Infructífera.


Había una vez un reino próspero llamado Hekkemark. Su Rey, Adalrich era un hombre justo, benevolente y apacible. Tenía dos hijos, el mayor, Ruslan, era sensato y de nobles sentimientos. Todo el pueblo lo amaba y auguraban que su futuro reinado sería si acaso diez veces mejor que el de su padre. Sin embargo, la desgracia cayó sobre la Casa de Adalrich cuando el príncipe Ruslan murió en una guerra.
El Rey y su pueblo quedaron devastados, así que toda la atención de Adalrich se volcó en la única hija que le quedaba, Ekaterina ya que a su avanzada edad y viudo, el soberano no podía pensar en tener a otro heredero al trono. Así pues, la niña creció y fue entrenada y educada como un varón a fin de tomar en el futuro el lugar de su padre.
Ruslan era como un sol y Ekaterina era como la luna. De más pequeña el centro de atención era su hermano mayor, pero después de morir, Ekaterina brillaba con luz propia. La doncella tenía un carácter fuerte y una personalidad atrayente, era hábil como jinete, estratega militar y dominaba los idiomas de los ocho reinos vecinos. Aún así nunca sacrificó su feminidad y en cuanto estuvo consciente de lo que su belleza provocaba no dudó en aprovechar al máximo éste otro don. Harta de estar confinada en el palacio, convencía en no pocas ocasiones a los guardias de dejarla salir para que pudiera ver la ciudad… por supuesto, siempre iba escoltada de varias damas de compañía que podían actuar como guardaespaldas si se presentaba la ocasión.
Conforme Adalrich se hacía más viejo, su deseo de verse convertido en abuelo crecía más con cada día que pasaba. Así que, a pesar de las contínuas protestas de su hija, el Rey organizó un fastuoso baile de máscaras e invitó a muchos nobles y capitanes, emperadores y príncipes de todos los rincones del mundo a fin de que su hija encontrara a alguien digno para casarse lo más pronto posible.
- Señora mía, el Rey se impacienta. - dijo una de sus damas, abriendo la puerta. - Ya es hora.
- De haber sabido que tendría éste destino, hubiera deseado no nacer nunca. - contestó Ekaterina mientras era ayudada con los últimos detalles de su peinado. - Ruslan tiene tanta suerte de estar muerto.
- ¡Princesa, no diga esas cosas tan horribles!
- Lo sé, lo sé. Perdona, sucede que estoy muy enojada. No entiendo nada para qué se casa la gente. - y se dio la vuelta. Llevaba un vestido color crema con un esplendoroso corsé bordado con hilos de plata y oro. - ¿Cómo me veo?
- Perfecta. No habrá hombre que no pueda resistir mirarla aunque sea un poco.
Ekaterina no necesitaba realmente una opinión. Sabía de sobra que era la mujer más hermosa y culta del reino. Con los años sus logros personales la hicieron soberbia y una persona difícil de tratar.
Ahora estaba el fastidioso asunto del baile. El Rey de verdad estaba esperando que ella eligiera un posible candidato para desposarse con él lo más pronto posible, pero la princesa se portó muy dura y fría con los invitados y sacaba a relucir los defectos de todos ellos con el mayor descaro, que si era muy alto y delgado, parecía garrocha; que si era bajo y rechoncho, parecía un cerdo, y así sucesivamente. Estaba dispuesta a dejar una muy mala impresión en los invitados reales para que no tuvieran el valor de atreverse a pedir su mano... pero había cierto hombre que llamó su atención.
Llevaba una máscara negra con plumas muy extraña. Y solamente podía ver a través de un agujero por donde asomaba un ojo gris. Su barba oscura estaba bien recortada y vestía con más elegancia que muchos de los que allí se hallaban. Ekaterina jamás había visto a ese invitado antes en el palacio y la intrigó un poco, pero como era tan orgullosa no quiso admitir que aquél hombre la había impresionado a primera vista.
- ¿Sería muy osado pedirle a la Princesa que me concediera ésta pieza? - dijo el extraño pálido, haciendo una profunda reverencia.
- Es osado... y admiro su valor. Vamos. - se sorprendió en secreto de haber dicho eso. Ekaterina y el hombre enmascarado pasaron al centro del salón y todos los presentes miraron expectantes el baile de ambos. La hija de Adalrich notó que el hombre alto no dejaba de mirarla, pero la princesa pudo darse cuenta que su mirada no era para retarla, más bien parecía complacido de estar bailando con ella. - Me temo que no nos han presentado debidamente, buen Señor. Soy Ekaterina Aelis Lichtenstein.
- Usted está bailando con Fabius Alexei Piotr Grigorich Rozhdestvensky III. - enunció con acento extranjero y Ekaterina tuvo que tragar saliva para evitar sonreír ante su largo y magnífico nombre. - Es un completo honor y placer para mí conocerla en persona al fin, Princesa.
- ¡Ah, usted es el heredero de Rozhdestvensky! Su padre era buen amigo del Rey de Hekkemark... sí, he oído hablar de usted.
- Eso me halaga, Señora.
- Su máscara llamó mi atención de inmediato, ¿puedo preguntar quién la confeccionó y por qué razón tiene un agujero? Me resulta difícil ver sus ojos.
- Tengo un buen amigo al que le encanta confeccionar disfraces y la razón por la que mi máscara es así es para ocultar una fea herida de guerra. - contestó Fabius, un poco serio.
- He sido impertinente y me disculpo por ello. - la música terminó y ambos se dedicaron una reverencia. Todos los invitados aplaudieron.
- Esto es extraño, has tratado muy mal a todos tus pretendientes esta noche ¿y conmigo te disculpas? - Ekaterina no esperaba que le echara eso en cara y entonces su actitud cambió de inmediato.
- Si su Alteza lo prefiere, puedo tratarlo con igual desdén.
- ¿Por qué no deseas casarte, Señora mía?
- No estoy lista... ¡además eso no es de su incumbencia!
- Si no lo haces nunca lo sabrás. - enunció Fabius con voz suave.
- No ha nacido el hombre que sea capaz de soportarme, Rey Fabius. ¿O acaso insinúas que eres lo suficientemente digno para desposarme?
- Jamás he dicho tal cosa. - dijo, mirándola severamente detrás del antifaz. - He asistido a éste baile sólo porque tu padre me ha invitado, porque mi familia insiste en que debo tener un heredero pronto y finalmente porque sentía curiosidad genuina de conocerte en persona. Me doy cuenta que los rumores acerca de tu belleza no te hacen justicia... pero después de ver cómo te has comportado hoy, he comprobado que a pesar de todo lo hermosa que puedas ser... eres la última mujer con quien YO me casaría.
Ekaterina sonrió de forma incrédula. ¿Quién se creía éste para insultarla? ¡Y en su propia casa! Los demás invitados no tenían palabras para expresar el asombro que sentían al ver que de hecho hubo alguien que le puso un alto a sus burlas.
- Creo que he encontrado a alguien con un ego más grande que el mío. - dijo la princesa con el sarcasmo que la caracterizaba. - ¿Cómo debo llamarte ahora? Eres alto y pálido... y por lo que me has dicho parece que nunca hallarás esposa... solo, taciturno y oscuro. - Ekaterina caminó alrededor de él, pensando en un posible apodo. - Como un cuervo... ¡ya sé, lo tengo! ¡Tú serás El Rey Cuervo!
Unas cuantas risas se escucharon en el aire, si acaso de algunos nobles resentidos por el interés inicial que había mostrado la Princesa hacia el hombre enmascarado. Fabius no dijo nada. Hizo una reverencia muy profunda, soltó un suspiro y se retiró de allí. La gente se abría a su paso y Ekaterina notó que se quitó la máscara negra de un tirón y la dejó caer al piso, molesto. "Ni siquiera pude ver su rostro" pensó ella, mordiéndose los labios.
- ¡Ya he tenido suficiente de tus tonterías, Katya! - rugió entonces el Rey Adalrich. - ¡Es imperdonable tu actitud después de todo lo que he hecho por tí! ¡Eres egoísta, altiva y muy tonta! ¡Ni siquiera te has dado cuenta que podrías estar sembrando enemigos aquí mismo!
- ¡Yo te dije que no quería nada de esto! ¡No me casaré jamás!
- ¡Sí lo harás, estoy harto de tí! Juro que daré tu mano al primer pordiosero que entre al Palacio y te echaré de aquí. - y todos en el Salón soltaron una larga exclamación al escuchar tan terrible amenaza.
- No lo harías... - contestó Ekaterina, cruzando los brazos.
- Yo soy el Rey de Hekkemark y no ha habido día en que mi palabra no se cumpla. - dijo Adalrich y Ekaterina se asustó de ver tanta furia en sus ojos. - Disfruta tu fiesta hija mía... y no vuelvas a hablarme jamás.
Todos los sirvientes y los demás invitados hicieron una reverencia profunda cuando el Rey se retiró de allí seguido por su guardia personal. La música se elevó en el aire de nuevo pero Ekaterina se había quedado con una terrible incertidumbre que le impedía respirar. "No hablaba en serio. Mi Padre me quiere más que a su vida" pensó la princesa "Mañana se le pasará el enojo de seguro."

Otros tantos días pasaron y a su Padre no se le había pasado el enojo. Ekaterina no sabía qué hacer para llamar su atención o para que pudiera perdonarla. Adalrich la evitaba a toda costa y cuando ella intentaba hablarle, él sencillamente la ignoraba. Esa mañana se estaba paseando por la muralla que rodeaba el castillo. Sus damas la acompañaban y se compadecieron de ella al verla tan triste. La princesa solía frecuentar ése sitio, ya que en ésa zona por lo regular cierto juglar se sentaba a cantar en la calle y era tal su talento que incluso recibía diez o quince coronas al día. Eso no era todo, sus coplas eran muy graciosas y Ekaterina siempre terminaba riendo ante su ingenio.
- ¡ESO ES! - gritó de pronto. - ¡Lo que le hace falta a mi Padre es escuchar música para que se divierta un poco! - y entonces asomó la cabeza fuera de la almena, hacia la calle. - ¡Oye! ¡Juglar! - y el hombre se interrumpió, mirando en todas direcciones. - ¡Es acá arriba tonto!
- ¡P-pr-Princesa Ekaterina! - saltó, asombrado y con ojos desorbitados. - ¡Qué gran honor...!
- Sí, sí, sí... ahórrate los cumplidos. ¿Qué te parecería cantar hoy para el Rey?
- Jajaja, Majestad, usted me está tomando el pelo...
- Silencio plebeyo, no he terminado. - el juglar dejó de reír y tragó saliva.
- Miladi, no creo que sea buena idea... - terció una de sus damas.
- Sosiégate Lillian, esto va a resultar de maravilla. No hay por qué preocuparse. - luego se dirigió al juglar, que tenía muy mala pinta. Su capa estaba llena de hoyos y manchada de lodo en la parte baja, y sus botines estaban ajados por el uso. - Sucede que el Rey está enojado conmigo y necesito a alguien que lo ponga de buen humor para que pueda hablarme de nuevo. He tratado de todo pero estoy segura de que si cantas para él mi plan tendrá éxito. - la gente que pasaba por la calle y otros curiosos se habían detenido para observar el inusual diálogo.
- Señora mía, si el Rey está enojado no es buena idea que trate de ponerlo de buenas a la fuerza... además, yo canto para el pueblo, jamás me ha pasado por la mente poner un pie dentro de algun palacio. No soy digno... y no podría entretener a Su Majestad.
- Tonterías, yo misma te he arrojado dinero desde aquí, ¿es que nunca te has dado cuenta?
- Bueno, sí pero...
- Con eso es suficiente, a mí me divierten tus versos juglar. Estoy muy segura de que el Rey pensará lo mismo. - la gente de abajo asentía y le gritaban al muchacho para que se animara. El juglar dejó su mandolina en el piso y unió las palmas.
- Princesa... con todo respeto. - no sabía cómo decirlo. - La verdad es que temo que al Señor Adalrich no le gusten mi coplas, ¿qué tal si en vez de alegrar su corazón se pone más enojado y yo termino en la horca? ¡El Rey mandó a decapitar a su bufón hace un par de años, si mal no recuerdo!
- Eso es cierto, pero el Bufón Real trató de envenenarlo.
- Señora mía, por favor no insista...
- ¡No estoy insistiendo Juglar, te estoy dando una orden! - comandó Ekaterina. - ¡Guardias! ¡Abran las puertas del Palacio, el Juglar va a pasar! - uno de los soldados en la almena asintió con firmeza y corrió a dar la alarma, entonces, el joven hombre con cara de espanto cogió su mandolina y puso pies en polvorosa, pero antes de que llegara a la esquina, la princesa gritó desde la almena. - ¡Eh! ¡Que no se escape! ¡Entrará en el salón del trono hasta que yo lo diga! - y de inmediato fué atrapado por la misma gente que se había congregado en la calle. La cabeza de la joven princesa desapareció detras de la almena y el juglar fué levantado del piso por la muchedumbre para llevarlo ante las puertas del palacio entre gritos y aplausos.

Ekaterina y sus damas se dirigieron entonces a la sala de audiencias, donde Adalrich estaba reunido con varios líderes importantes del reino. Al verla llegar, los hombres no podían hacer menos que admirarla e hicieron una profunda reverencia. El Rey se dió la vuelta y he aquí que su hija estaba arrodillada y con un sincero arrepentimiento en la mirada. Adalrich la contempló un momento sin decir nada y al fin soltó un suspiro.
- De antemano pido una disculpa por haber interrumpido la reunión de éste honorable Consejo. - inició la princesa con la cabeza gacha. - Lamento mucho mi comportamiento durante la mascarada, Oh Rey mío. Si su Majestad está de ánimo complaciente éste día, solicito humildemente que me sea concedida una breve audiencia a solas.
Adalrich, los Capitanes y demás nobles se miraron extrañados, pero después de un minuto el Rey asintió:
- Efectúese como has dicho, hija. - y todos salieron de la habitación pagando saludos y asentimientos a Ekaterina. Entonces la puerta se cerró detrás de ellos. - Me pregunto qué es lo que estás tramando ahora, mujer.
- He venido a disculparme sinceramente. No soporto que pase otro día sin que me hables, papá. - dijo, poniéndose de pie al fin y tomando su mano, pero Adalrich seguía serio. - Olvida lo que dije e hice, fuí una niña malcriada. ¿Me perdonas?
- Pusiste en ridículo al Príncipe Grigori I de Bestchev, al Rey Grigori Vladimirov de Eisenberg y me pusiste en ridículo a mí, pequeña Ekaterina. Algo así no se puede perdonar tan a la ligera.
- ¡Ay, por favor! ¡No seas malo, Padre mío! - dijo ella abrazándolo. - Prometo que todo irá bien de aquí en adelante. Ven conmigo al Salón del Trono, te tengo una sorpresa.
- ¿Qué es esto? ¿Por qué estás tan cariñosa de repente?
- Solo quiero que dejes de estar enojado conmigo. - contestó la princesa, poniéndole el rostro que sabía derretiría su corazón. Ekaterina notó que el ceño de su padre se había aflojado sólo un poco y aprovechando este breve cambio de ánimo, besó sus manos. - Anda, ven... sé que te va a gustar. - Adalrich soltó un largo y silente suspiro, después de eso asintió y se dejó conducir por ella. Ambos llegaron al Salón del Trono tomados de la mano pero no había nada ni nadie allí. - Ahora siéntate y espera. - Adalrich tomó asiento en el Trono de Oro y entonces Ekaterina dió dos palmadas.
Las puertas se abrieron y entraron las Damas de la Princesa, arrojando pétalos de rosas... y al final entró el juglar más andrajoso que Adalrich hubiera visto en su vida. El hombre tragó saliva de ver tan de cerca al Rey de Hekkemark, se quitó el sombrero e hizo una reverencia, mientras sudaba frío.
- ¿En qué estás pensando Ekaterina? - murmuró Adalrich, frunciendo el ceño. - ¿Me sacaste de una reunión importante para traerme a un trovador barato?
- Sé que no se ve muy bien, papá, pero espera a oírlo cantar. El chico es muy bueno. - dijo la princesa. Adalrich levantó una ceja incrédulo y luego se dirigió al hombre:
- Buen día, Juglar. Mi hija insiste en que cantas y tocas con maestría. ¿Qué piensas tú de eso?
- Para mí es un gran halago escucharlo. Sé de buena fuente que la Princesa Ekaterina tiene un gusto muy exigente. - contestó, muy nervioso.
- Bien dicho, ahora, ¿puedes decirme por qué tiemblas tanto? ¿Cómo te convencieron de estar aquí?
- Con su permiso, Su Majestad... no me convencieron, me obligaron a venir aquí para entretenerlo. La honorable Princesa insiste en hacer las paces con el Rey y supuso que con un poco de música lograría su objetivo... de allí mis temblores Señor Adalrich, Alteza... tengo miedo de salir muerto de aquí si no logro hacerlo reír aunque sea un poco.
Con eso el Rey soltó una carcajada que tomó por sorpresa a Ekaterina y sus damas.
- Tranquilízate Juglar. No soy tan severo con mis sirvientes o mis músicos a menos que conspiren para matarme... y tú no has venido a matarme ¿verdad? - dijo, echando el tronco hacia adelante.
- ¡N-no Señor!
- Venga entonces, cántanos algo. Algo alegre.
El Juglar hizo una reverencia y se aclaró la garganta. Comenzó a afinar las cuerdas de su mandolina y después de un largo silencio comenzó a cantar. En verdad... en verdad tenía una voz prodigiosa. Sus versos eran de un caracter tan gracioso que incluso dentro de poco se reunieron en el Salón del Trono los músicos e incluso el resto del Consejo. Y todos ellos lo miraban asombrados preguntando: "¿Quién es él?" "¿No es acaso el juglarcillo que se pone a cantar en la zona norte de la muralla?" "¿Por qué nunca se le ocurrió venir aquí antes?" No habían pasado ni diez minutos y el Rey ya estaba sonriendo y tamborileando con los dedos sobre los brazos cruzados. Dentro de poco el resto de los músicos comenzaron a improvisar un acompañamiento, alentados por el mismo juglar, quien los iba dirigiendo. Aquél parecía un diálogo pícaro entre la mandolina y el resto de los instrumentos. Luego el joven trovador, ya libre de sus temores y sin inhibiciones, dejó encargada su vieja mandolina con uno de los flautistas de la corte y gritó:
- ¡Ahora voy a bailar!
Y tan ligero como una gacela se puso a dar saltos y hacer algunas suertes de asombro al ritmo de la música. El chico en verdad era gracioso y tenía talento. Adalrich volteó a ver a su hija y notó que Ekaterina reía alto y lo miraba con asombro. El Rey también estaba sorprendido con el juglar, no esperaba que de hecho fuera tan bueno. Después de bailar un rato más, el juglar volvió a coger su mandolina para darle fin a su canción. Todos aplaudieron y él acabó sudado y jadeando.
- ¡Precioso! - aplaudió Adalrich. - Hacía tiempo que no me divertía así...
- Muchas gracias, Excelencia. - reverenció el hombre en un hilo de voz, ya que le costaba trabajo respirar. - Yo también me he divertido.
- No se ven muchos juglares que puedan dar esos brincos, tienes buena condición física hijo... ¿de pura casualidad no habrás estado en el ejército?
- Sí Señor, hace muchos años.
- ¿Y por qué lo dejaste? Te pagarían mejor como soldado que como juglar.
- Me gusta más cantar e inventar versos que hacer la guerra, Oh Rey mío.
Adalrich sonrió, asintiendo. Le agradaba muchísimo ése muchacho.
- ¡Vean! He aquí a un hombre que persigue sus sueños. - dijo, levantándose del trono... y luego, para sorpresa de todos y el horror de Ekaterina, dijo: - Me has complacido tanto que incluso te daré la mano de mi hija ahora mismo.
- ¡¿QUÉ?! - chilló la Princesa de Hekkemark.
- ¡Vaya... caray! ¡Qué...! ¡Qué buen sentido del humor tiene usted, Alteza! - contestó, poniéndose colorado hasta las orejas.
- No estoy bromeando, juglar. Te estoy ofreciendo a mi Katya para que te cases con ella.
- ¡No puedes! ¡No puedes hacerme ésto, Padre! ¿Yo? ¿Casarme...? ¡¿Casarme con éste... mendigo?!
- Te había dicho que sigo siendo el Rey, y como Rey debo hacer cumplir mi palabra, ¿no recuerdas?
- ¡Mi Señor! - terció el juglar. - ¡Me niego! ¡Me niego rotundamente! ¡Yo no puedo desposar a su hija! - dijo alarmado cuando vió que la cosa iba en serio.
- ¿Por qué no?
- ¿Por qué no? - repitió Ekaterina, al detectar un fugaz pero indiscutible tono de desdén en la voz del hombre.
- ¡Pues mírela! Es altiva y muy grosera. ¡Toda ella es el egocentrismo encarnado! - los músicos, los miembros del Consejo y las damas de compañía soltaron una exclamación.
- ¡Insolente! ¡¿Cómo te atreves?! - mientras se hacían de palabras, uno de los sirvientes salió fuera del Salón del Trono gritando a voz en cuello: "¡La Princesa se casa hoy con el Juglar! ¡La Princesa y el Juglar, la Princesa y el Juglar!"
- La verdad no peca pero incomoda, ¿no es así, hijita?
- ¿Cómo puedes permitir ésto? ¡Deberías enviarlo a la horca! - gritó la chica, llorando.
- No voy a matar a tu futuro esposo, Ekaterina.
- ¡No es mi esposo! ¡Ay de mí! - lloró a gritos la princesa, haciendo una rabieta.
- Su Majestad... por favor reconsidere. - dijo el juglar con cara de espanto.
- No lo haré, está decidido. Sé los muchos defectos de la princesa, pero imagina que no los tiene. Mírala... mírala bien... despójala de su arrogancia y su egoísmo... ¿de ésta forma considerarías casarte con ella?
El hombre de la mandolina alzó la vista hacia ella. Ekaterina tenía los ojos rojos por el llanto y parecía estar muy asustada. Como si fuera de repente una niña perdida.
- No Señor... aún así no me casaría con ella. - Ekaterina y el juglar se miraron. - La Princesa es demasiado hermosa... sabe de arte, de letras y las estrellas... ella conoce varios idiomas y tengo entendido que le agrada la ciencia... yo... no soy digno de ella.
- ¿Te tienes en tan baja estima? Hace un momento la escuché reír como solía hacerlo hace muchísimos años... para mí eso tiene gran mérito.
- Señor Adalrich, apenas y sobrevivo por mí mismo con mi música, ¡nunca he pensado en tener esposa...!
- ¡Pues parece que ya es hora de que tú también sientes cabeza, Juglar! ¡No se hable más del asunto! ¡Traigan al Juez, que la boda se celebrará ahora mismo!
Katya y Jakob el sastre, un personaje que aparecerá más adelante.

viernes, agosto 13, 2010

Kemonomimi process and details


Started this on my sketchbook and finished entirely on Photoshop CS5. I listened to Joe Hisaishi's music and Mononoke OST by Takanashi Yasuharu all the time. You can see the full view at deviantArt.







sábado, agosto 07, 2010

viernes, julio 23, 2010

Kaonashi and Chihiro


Am I the only loony who thinks these two are lovely together? This was a commission for dear friend from Monterrey! ¡Servida vieja! Photoshop + Paint Tool Sai + Spirited Away OST for inspiration big time! Does anyone know Joe Hisaishi's phone number? His music makes me want to draw!!

jueves, mayo 27, 2010

Family old treasure...


ギエルモ
Originally uploaded by Cuauhtli Charecua
This is Guillermo, my grandfather from my mother side. Below there is a picture featuring the wild Telésforo, he was my grandfather from my daddy side... I think both were very handsome though I've never met them. :(

テレスフォロ

♥♥♥♥ Now this one is my Mommeeeeh!! ♥♥♥♥
エリサベト
エリサベト の サン フアン デ ウルア の 砦 の所で My dad shot this picture like a year before I was born. Elizabeth never imagined he was trying so hard to get into her pants, oh the poor thing! And that neat rocky background is the ancient Fort of San Juan de Ulúa.
インデペンデンシア 通り。 My sister Melaine, mommy and I taking a walk at downtown. Boy, how I wish
to have that natural spiky hairstyle again!
Meet Jean... he was my Daddeee!
ヤン 父 He was chubby as a child... no, he was chubby ALL his life! XD And last but not least there's a picture of my dear Great-uncle Fito, he is still alive thank God, and what a great uncle he is. I want to be like him when I grow old, he is so patient and funny. I love him very much! The kids are my mother's siblings: Xavier and Alma. The funny thing about this picture, wich by the way is almost 40 years old, is that that very street is the one I am living now! ♪Ch-ch-ch-changes!♫
叔父フィト、ハビエルとアルマ

martes, mayo 18, 2010

VERACON spring 2010


100_5743
Originally uploaded by Cuauhtli Charecua
I had great fun at the local con. I sold many prints and even gave a crash lecture about digital illustration!


These sketches are the ones I liked the most from that day!
100_5709 Aoki Ko from the manga-soon-to-be-anime: Bakuman!

100_5715 100_5716 Urahara and Ichigo from Bleach.

100_5717 Kyo Soma from Fruits Basket.

100_5720 Crazy looking Setsuna and Lockon Stratos from Gundamm 00. Setsuna and Lockon

100_5727 Al and Ed from Full Metal Alchemist! These girls spend almost the whole evening with us. Thank you! 100_5728

I'm really not into Inu Yasha but it was hard to let go of that Sesshōmaru. =( 100_5729 100_5731 100_5734

100_5744 Spike Spiegel and Faye Valentine from the awesome anime Cowboy Bebop.

100_5753 Tamaki Suoh from Ouran High School Host Club.

ビルゴ の シャカ Shaka from Saint Seiya.

A batch of original characters!
100_5732100_5735
100_5737

100_5708

A couple samples of my drawing process during the lecture:
capa1capa2GAELION

And the little JAM we made afterwards:
BATMAN Whoa! I didn't see him coming! Just started to doodle in Paint Tool Sai and the Batman showed off!
jam This was an art collab between Diana, Mike, Joanna and me. Feel free to check out more pictures at my Flickr account!

domingo, mayo 09, 2010

Der Turm

La Cláusula Escondida
2da Parte.

El inicio lo pueden leer AQUÍ.
La Torre y sus personajes © Zoar Huerta López. Prohibida su reproducción.


- ¿Boletos en línea? ¿Confirmación? ¿De qué estaba hablando? ¡Creo que Vlad se ha vuelto senil... dice que quiere que vayamos a Austria!

- ¡Pues vamos! Sería bueno cambiar de aires para variar. – Julia pasó de largo rumbo a su recámara y él la siguió, negando con la cabeza.

- ¡Si me ausento mucho tiempo podrían despedirme del trabajo!

- ¿Al Doctor Genio Elías Darvopulous? – rió la chica con un dejo de sarcasmo ante la incongruencia de su comentario, ya que él era el jefe de la expedición y quien financiaba el proyecto. - ¿Estás loco? Déjame adivinar, en el fondo temes que el viejo y bueno de John se lleve todo el crédito...

Antes de que pudiera decir alguna otra cosa, el timbre del teléfono sonó y cuando ambos voltearon en dirección al sonido se quedaron estupefactos, pues el aparato había cambiado de apariencia sin que ellos se hubieran dado cuenta.

- Sherezada... t-tu teléfono ha cambiado y es de color negro. – balbuceó Elías.

- ¿Ya ves? ¿No te lo dije acaso? – le contestó Julie, y al quinto ringazo levantó el extraño auricular. - ¿Diga?

- Muy buenos días, ¿es la señorita Julia Vazquez? – dijo una voz de mujer.

- Sí... – afirmó, dudosa y mirando a su amigo.

- El Señor Vladyslav Hoffer ha pagado dos boletos de vuelo sin escalas con destino a Viena para usted y un acompañante. Requerimos confirmación, ya que el vuelo sale en tres horas.

- ¡Tres horas! – exclamó Julie. - ¡Pero, pero, pero no puedo ir! ¡Mi pasaporte no tiene visa! – se hizo un largo silencio que sólo fue roto por una divertida carcajada de la mujer al otro lado de la línea.

- ¡Dios mío, qué grandioso chiste fue ese! Coloque su dedo pulgar derecho en la placa, por favor... – y Julie pensó “¿Placa, cuál placa?” entonces se dio cuenta que a un lado del teclado de ése extraño teléfono había una pequeña pantalla de cristal líquido que empezó a tintinear con una luz azul. Sólo se detuvo cuando Julie posó el dedo sobre la placa para escanear su huella digital. Elías contempló todo mientras se sobaba la frente con una mano. Luego de un momento la mujer del teléfono habló: - Muchas gracias, ahora su acompañante, por favor...

- Elías, tu dedo... ¡ése no, el otro! – y él hizo lo propio.

- Julie McMurphy Vazquez y ¿Elías Darvo... pulous? ¿Es correcto?

- Sí, sí... - asintió la chica.

- Está bien, su vuelo es el 375 de American Airlines, que tengan un buen viaje. – y colgó. Así que, lenta, muy lentamente Julie dejó el auricular en donde estaba.

- ¡Qué acabo de hacer! En tres horas sale el vuelo, pero supongo que de todas formas no podré ir... no tengo visa para salir del país.

- Espera un momento... ¿dónde está mi pasaporte? – exclamó espantado Elías al revisar todos los bolsillos de su abrigo. – Lo tenía aquí, ¿acaso desapareció?

Julie frunció el ceño y de inmediato se puso a buscar el suyo en todos los cajones de su tocador. No estaba, y eso que ella siempre dejaba su pasaporte en el mismo lugar.

- Creo que la realidad ha vuelto a ser cambiada, pero si lo de los pasaportes le resultó un chiste a la recepcionista, entonces es probable que sí podamos viajar después de todo. ¡Voy a arreglar mi maleta! – ella saltó y vació prácticamente todos los cajones sobre su cama. - ¿Cuánto tiempo crees que nos quedemos en Austria? ¿Hace frío allá? ¡Pero qué tonta soy, por supuesto que hace frío! Aún falta mucho para primavera... – Julie iba y venía, parloteando como una niña emocionada por unas repentinas vacaciones. Estaba por quitarse la playera que traía puesta, pero de pronto advirtió que su amigo la miraba, con el ceño fruncido. - ¿Qué haces en mi cuarto todavía? ¿No ves que tengo que darme un baño?

Elías puso los ojos en blanco y jaló la puerta detrás de él. Aún no parecía lidiar con todo éste asunto y se sentó derrotado en el sillón de la sala. “El Vampiro me va a oír si es que está provocando todo esto”

Rato después esperaban el anuncio de salida de su vuelo en una de las tantas salas de espera del Aeropuerto JFK, que por cierto no reconocían de lo cambiado que estaba. ¿Sería posible que pudieran viajar sin sus documentos oficiales? Los pensamientos de Elías fueron interrumpidos cuando sonó el timbre de su teléfono móvil. Ambos se miraron con preocupación al notar que el celular de Elías había cambiado. El antropólogo tardó un poco en recuperar el aliento, así que contestó al tercer ringazo.

- ¿Hola?

- Elías, ¿dónde has estado? He tratado de localizarte, pero las llamadas no entraban a tu celular. ¿Cómo está Julie? ¿Se ha vuelto loca o qué?

- John... tardé un poco en reconocer tu voz... Julia... bueno, las cosas no están precisamente como quisiera...

- ¡No te entiendo, hay mucho ruido! ¿En dónde estás?

- En el aeropuerto Kennedy. Escúchame bien, es posible que no me reúna con ustedes en al menos tres semanas. Me voy a Austria con Julia, tenemos un asunto muy urgente con mi tío... él... él nos recomendó a un doctor...

- ¿Tu tío, el famosísimo Vladyslav “Vampiro” Hoffer? ¿Tan mal está Julia?

- ¡Elías, está sucediendo otra vez! – gritó Julie de pronto. Allí sentados en las bancas fueron testigos de cómo todo su entorno se desdibujaba, dilataba o contraía. El techo de la terminal se elevó, se abrieron nuevos locales de comercio, otros se cerraron. La gente alrededor desaparecía, era sustituída por otras personas o cambiaban de apariencia y de ropa mientras caminaban. Una familia, delante de ellos perdieron a sus dos hijos menores y sólo el mayor permaneció. Al principio, un niño de doce años llevaba de la mano a su hermanita de siete y su padre llevaba a otro pequeño de tres. Cuando ocurrió el cambio, los niños desaparecieron, el padre y su hijo llevaban las maletas en las manos y la madre, antes de larga cabellera ahora lucía con el cabello corto y tenía un vientre de cuatro meses de embarazo. Elías y Julie se tomaron con fuerza de la mano y se miraron. - ¿Qué tal si la realidad vuelve a ser cambiada más adelante y desaparezco como esos niños? – como si eso pudiese suceder, Elías rodeó a Julia con un brazo y ella apoyó la cabeza sobre su hombro.

- ¡Cuatro ojos! ¿Me escuchas? ¿Tan mal está Julia? – seguía la voz de John por el celular, Elías se había quedado helado y con el móvil aún pegado a su oreja derecha.

- Si, J.C. Todo está mal. Envíame un correo cuando salgan de Hong Kong, ¿de acuerdo? Puede que vaya a demorarme un poco más de lo que te dije...

- ¿Hong Kong? ¿Tienes a otro equipo en Hong Kong? ¡Recuerda que estamos en Francia, amigo! ¡Por cierto, que ayer desenterramos un grupo de seis esqueletos de dragón! ¡Esperaba que te enteraras por televisión, pero me moría por darte la noticia yo mismo! ¡La teoría de tu tío y tu abuelo es cierta, ellos vivían en clanes!

- Escucha, John... tengo que irme ahora. – y le colgó. Eso era más de lo que podía soportar en un día. Se pusieron en marcha al escuchar el anuncio de su vuelo y ambos caminaron tomados de la mano, tan temerosos estaban. Julia esperaba que al final les negaran viajar, pero luego se dieron cuenta que no necesitaban pasaporte. Ahora el único requisito para salir del país era la identificación de huellas digitales. Ése fue el principio de un viaje que no olvidarían por el resto de sus vidas. Incluso dentro del avión pudieron darse cuenta de que todo había cambiado, parecía de alguna forma más nuevo y moderno. Sentada en su asiento, Julie se entretenía leyendo un libro. - ¿No te cansas de leer El Silmarillion una y otra vez?

- ¡Cielos, no! Hoy estoy más contenta que nunca de ver que Tolkien sigue siendo Tolkien. ¡Y con todo lo que está pasando imagínate si hubiera desaparecido simplemente!

- En eso tienes razón... – reconoció el hombre, acomodándose los lentes. – Por cierto, hace rato me dí cuenta que los trofeos que ganaste ahora ya no están en tu sala... ¿cómo vas con el Aikido?

- Ah, lo dejé hace tres meses... – contestó la chica, arrugando el ceño.

- ¡Pero cómo, si eres cinta negra! ¡Eres genial! ¿Es que Soichiro no te dijo nada...? ¿No se molestó?

- En parte fue el Sensei quien notó que ya no estaba tan a gusto... me dijo que debía encontrar mi propio camino y que se sentía orgulloso de que yo hubiera sido parte de la historia de su dojo... – contestó ella con cierta nostalgia, esperaba que ninguna de las personas que había conocido allí hubieran desaparecido, pero apartó de inmediato éste pensamiento. – Además, quería probar otras cosas... he estado aprendiendo alemán y koreano, ¿sabes? Aparte he descubierto que me encanta la cocinar a la italiana, ojalá no tuviéramos tantas prisas, ¡así hubieras probado mis espaghettis!

- Wow... parece que me he perdido de mucho. – sonrió Elías, mirándola con mucho afecto. Le pareció de pronto que ella volvía a ser la misma, como en los viejos tiempos, antes de que su familia muriera, cuando ellos se pasaban horas y horas charlando de libros, cine y música. Descubrió que el cariño que sentía por ella seguía intacto. - ¿Sabes qué? Extrañaba esto... hablar y reír contigo. Te extrañé, Julia.

- Yo también... me alegro de que estés conmigo aquí y ahora. – Elías no dijo nada, sólo se limitó a mirarla y sonreírle. La chica obedeció al impulso y le dio un beso en la mejilla. – Elías, Elías, ¿por qué no tienes novia? Eres tan guapo, que me sorprende que aún sigas solo. – él negó con la cabeza y se acomodó los lentes. Sabía que le iba a preguntar eso. – En serio, sólo te conocí un par, y fue hace mucho tiempo.

- No lo sé... – contestó, encogiéndose de hombros. – No me interesa mucho eso. Creo que mi trabajo me encanta demasiado y no he encontrado a una mujer que se acople a mí. Es cierto, estoy solo pero no mal acompañado.

- ¿Pues, qué es lo que buscas en una mujer?

- No lo sé... – Elías hizo una pausa y luego continuó. – Tal vez que sea sencilla, alegre... no sé, que le apasionen las mismas cosas que a mí, que sea inteligente y muy dulce...

- Y hermosa y alta y rubia. – interrumpió Julie. - Qué exigente.

- Hum. De hecho conocí a alguien así hace mucho tiempo, pero la diferencia es que ella no era alta.

- ¿En qué sueño o película?

- ¡Qué ruda eres! Por eso no me extraña que los hombres salgan corriendo después de conocerte. – dijo Elías, cruzándose de brazos.

- Soy franca, sé lo que quiero, digo lo que pienso y no a muchos les gusta eso.

- Me apunto a la lista. Eres tan salvaje, que incluso pienso que fuiste algún samurai en otra vida, pero a ver, ahora dime tú ¿qué es lo que quieres de un hombre, dama mía? – ironizó el antropólogo, mientras torcía una sonrisa.

- Por raro que parezca, me gusta que los hombres sean caballeros. De todos los pretendientes que he tenido, ni uno solo, y digo, ¡ni uno me abrió la puerta del carro o me besaron la mano! – declaró Julie, levantando el dedo índice para reafirmar lo dicho. - ¡Sencillamente los caballeros se extinguieron antes del nuevo milenio! Ya nadie cede su asiento a una señora en el autobús, ¿qué les pasa? No me des esa mirada... yo quiero un hombre que me respete y respete mis decisiones, que cumpla su palabra, que sea fuerte emocionalmente y sobretodo que no se sienta intimidado por mí o mis logros... ésa es la clase de hombre que me gustaría tener a mi lado.

- ¡Pft! – resopló Elías. – Tú quieres a Superman de novio y estás bien loquita, sólo encontrarías un caballero así como dices, ¡pero en la Edad Media!


El vuelo continuó sin contratiempos hasta que al fin tocaron tierra. Elías y Julie insertaron sus huellas digitales al llegar al Aeropuerto Internacional de Viena y se perdieron entre el mar de gente.

- ¡Qué cambiado está esto! – musitó él, dirigiéndose a Julie. – ¿Qué tal es tu alemán?

- No es muy bueno, pero me defiendo bastante bien. ¿Y ahora a dónde vamos? – preguntó ella, poniéndose encima un suéter ligero.

- Hay que avisarle a mi tío. Como no tengo su número registrado en éste celular vamos a tener un ligero problema. Pregunta en dónde están los teléfonos públicos. – Julie asintió con expresión de “Buena idea” y ambos levantaron sus maletas para ponerse en camino. No habían andado mucho camino cuando escucharon pasos detrás de ellos y una voz que los llamaba:

- ¡Disculpe! ¿Dr. Darvopulous?

Elías se dio la vuelta extrañado y se encontró con una mujer alta y rubia que venía arreglada de forma sencilla y limpia. No tenía ni una pizca de maquillaje, pero no lo necesitaba pues era increíblemente hermosa. La forma en que sonreía le resultaba inquietantemente familiar. ¿Acaso la había visto antes?

- Ése mismo soy yo. ¿Qué se le ofrece?

- Hola. He venido por ustedes, te estuve mirando desde hace un rato y dudé si en verdad eras tú...

- ¡Madre mía! ¡Pero si tú eres Anna, la nieta de Vlad! ¡No te reconocí! ¡Hola! – exclamó Elías, sonriendo abiertamente por primera vez. Se pasó la maleta y el abrigo al brazo izquierdo y estrechó su mano con fuerza. No se había dado cuenta que Julie se había quedado parada mirando a un lado de ellos. – Perdón, Julia, te presento a Anna Hoffer... ella es la nieta del Vamp- - del Tío Vlad.

- Hola, mucho gusto. – dijeron las dos al mismo tiempo al darse la mano. A Julie le pareció que tal vez Anna fuera tres años mayor que ella misma. Más rápida que un rayo notó que Elías la miraba con sorpresa y deleite. Era bonita... no, bonita era poco. Sus ojos eran grandes y se le hacían unos hoyuelos sumamente sexys en las mejillas cada vez que sonreía de forma abierta. Alta y esbelta, tal vez un poco más que Elías. Podría pasar como “Miss Austria”. Cuando les habló lo hizo en inglés, pero su acento alemán resultaba muy interesante. Elías seguía mirándola. Era obvio que le gustaba y la idea de un posible romance entre ellos hizo sonreír más a Julie. – Mi abuelo me ha hablado tanto de ti... – le dijo Anna, emocionada. – He querido conocerte desde hace tiempo Julia Vazquez.

- ¿E-en serio? Pues sólo tuve el placer de verlo un par de veces cuando era niña y el recuerdo es muy vago.

- Oh, lo recordarás. – sonrió Anna, confiada. – Vámonos, el auto está afuera.

- Estee... ¿cuánto tiempo vamos a quedarnos? – inquirió Elías, siempre práctico.

- El tiempo que deseen... el abuelo tiene que hablar mucho con ustedes. No coman ansias, pronto lo sabrán...

Después de un rato, Anna los llevaba dentro de su van familiar. Julie se acomodó en el asiento trasero y Elías de copiloto. Los recién llegados, y en especial Julie se dedicaron a observar la ciudad desde las ventanas. El silencio, sólo interrumpido por el ronroneo del motor se hizo muy largo, pero no era incómodo.

- Y bueno, Anna... yo tenía como 15 o 16 años la última vez que te ví, ¿a qué te dedicas? – se animó a decir Elías al fin, en la luz roja de un semáforo.

- Soy paleontóloga. – y Julie sonrió al fondo.

- ¡No es cierto!

- En serio. También soy fotógrafa, ¿no te lo dijo mi abuelo? – respondió Anna, mirándolo. Julie comenzaba a disfrutarlo.

- No me había comentado nada al respecto. ¿Y qué clase de fotografías tomas?

- Mmh, de todo un poco. Hace aproximadamente cuatro años la National Geographic publicó un artículo y unas fotos mías de una expedición en Argentina...

- ¡Ah! ¿No será la de los dinosaurios encontrados en la Patagonia? – exclamó Elías con ojos muy abiertos.

- Sí... ¿lo leíste?

- ¡Yo tengo ése número, es uno de mis favoritos!

- Wow... vielen danke. – sonrió Anna. – No sé qué decir, me siento halagada.

- Así que tú eres Anna Yankovitz, ¿siempre escribes con seudónimo?

- No es seudónimo... es el apellido de mi esposo. – y a Julie se le borró la sonrisa. Todo iba tan bien.

- ¿Eres casada? – preguntó Elías con una fugaz pizca de desánimo en la voz.

- Lo estuve. – dijo Anna, y una dolorosa arruga surcó su frente. – Ivan murió en un accidente hace dos años y como he estado sola, decidí cuidar y hacerle compañía a mi abuelo Vladyslav.

- Perdón. No debí preguntarte eso.

- Está bien, Elías. Parece que lo superé hace tiempo. – dijo ella, y después de un momento callada agregó: - Descansen bien, llegaremos a casa en un par de horas. El abuelo está ansioso por verlos.

- Y nosotros por verlo a él. – dijo Julie. - ¿A dónde vamos?

- La casa de Vlad está en Eisenstadt. – contestó Elías. – Es una lástima que no pudiéramos dar una vuelta en Viena, o ir de paseo a Salzburgo, estoy seguro de que te encantaría.

- No hay problema, me daré por bien servida si pudiera caminar por alguno de éstos bosques después de que nos aclaren todas nuestras dudas. ¡Oh Dios! ¡Miren esas vacas, qué bonitas son!

- ¡Oh, tendrás lo que deseas, Julie y verás cosas mucho más interesantes! – aseveró Anna, riendo un poco.

- Discúlpala, no sale mucho de Nueva York. – rió Elías volteando sobre su hombro hacia el asiento trasero. Notó que Julie había hecho caso omiso. El vidrio de su ventanilla se empañaba de contínuo por su aliento. No se cansaba de mirarlo todo, el paisaje le resultaba lo más hermoso que hubiera visto y las montañas nevadas eran de un encanto increíble. Julie se sintió dentro de un pintoresco cuadro salido de Heidi. Pasaron un par de horas en donde la mayor parte del tiempo conversaron Elías y Anna. Al parecer tenían tantas cosas que contarse de lo que habían hecho para estar al corriente. Julie mejor se acostó en la parte de atrás a sus anchas y cerró los ojos, durmió por breves espacios de tiempo hasta que... - Ya llegamos. - dijo Elías cuando divisó la ciudad después de una curva. Era una ciudad pintoresca y pequeña. Elías notó la escultura de un dragón a la entrada junto con una placa que decía en Alemán y en inglés: “Bienvenidos a Eisenstadt. Siéntase como en casa. Población 12,986 habitantes.“ - De repente tengo una extraña sensación... como si entrara en Transilvania. Esto ha cambiado demasiado.

Anna replicó con una risa suave y confiada. Tomó una desviación para salir del pueblo. - ¡Apuesto 10,000 euros a que te quedas boquiabierto cuando mi abuelo te cuente qué es lo que está pasando!

- Eres realmente perversa. - dijo Elías fingiendo indignación. - Si tú también lo sabes al menos dínos algo para que nos vayamos mentalizando.

- ¡No seas aguafiestas, Elías! - replicó Julie de inmediato. - ¡Es mejor mantener el suspenso!

- Mira Sherezada... allá vive el tío Vlad. - dijo el arqueólogo, señalando un camino zigzagueante que se elevaba por la ladera de un enorme cerro verde, en cuya cima descansaba una mansión antigua, pero bien conservada. “¡Qué hermosura!” pensó Julia. La luz horizontal del sol que se ocultaba le daba de lleno, haciendo que las paredes lucieran un tenue color rosado. - No veo ningún auto, ni huellas de llantas por ningún lado. ¿Es que ya no hospedan a nadie?

- No. El abuelo cerró el hotel hace un par de años. Todo lo ha preparado para tu venida, según lo que dice la cláusula escondida. De todas formas los clientes escaseaban.

- ¿”La cláusula escondida”? ¿Qué es eso? - Elías miró a Anna, que seguía con la vista fija en el sinuoso camino. No esperaba que le respondiera, estaba seguro de que ella diría algo así como “Espera a que Vlad te lo diga”, pero después de un momento, la mujer rubia apagó el motor y poniendo el brazo sobre el volante se dirigió a él.

- Tu abuelo William... en su testamento hay una cláusula en donde deja claramente estipulado que “La Villa de Hoffer” sería tuya cuando cumplieras 29 o 30 años. - Julia tenía los ojos como platos en el asiento trasero y la boca de Elías se abrió un poco, pero ningún sonido salió de ella. Anna sonrió, zarandeándolo por el hombro para hacerlo reaccionar. - ¡Así que ésta mansión te pertenece ahora!

jueves, mayo 06, 2010

Valdus is on a Holiday # 2


You see, he's never been to the movies since Valdus comes from far awaaay in the past. More to come next week! By the way, the cinema display is in german because this little arc takes place somewhere in Austria. Enjoy!

La Torre y sus personajes © Zoar Huerta López. Prohibida su reproducción.

viernes, abril 30, 2010

Am I going nuts or what?


Meee? Drawing a background? Hahahaa, I decided to make a movie teather from the fifties for my next good-for-nothing gag strip.

martes, abril 27, 2010

Valdus is on a Holiday #1


Because everyone had a scary uncle once in life right? Right?! This is non canon in my story definitely, but it was kind of fun. I hope I can do more like these on a weekly basis.